Opinión: La Publicación Académica está averiada.


El sistema actual mediante el cual los académicos publican sus descubrimientos científicos es una pérdida masiva de dinero.
(Por Michael P. Taylor | Marzo 19, 2012)

Las editoriales académicas están iracundas respecto a la Ley Federal de Acceso a la Investigación Pública (FRPAA, Federal Research Public Acess Act) –una medida que tiene la meta, perfectamente razonable, de hacer que los resultados de las investigaciones fundadas con recursos públicos, estén disponibles para el público que las financió. Tom Allen, presidente de la Asociación Americana de Editores, ha descrito histéricamente esta ley como “un eminente dominio intelectual, pero sin una compensación justa.” ¿Por qué Tom Allen y sus colegas están tan desesperados por mantener el modelo editorial actual?

Bajo cualquier estándar, la publicación académica es un negocio bastante extraño. Se estableció en un tiempo en que las publicaciones eran impresas, cuando la reproducción y entrega eran problemas demandantes y cuando los editores proporcionaban un servicio importante a los investigadores. Ahora, mientras el Internet está cambiando otras formas de publicar, las revistas académicas están estancadas en la década de los 80, con resultados tanto cómicos como desastrosos.

Echemos un vistazo al flujo de dinero en la producción científica: El gobierno toma sus ingresos a partir de los impuestos de los ciudadanos y los usa para financiar grupos de investigación y bibliotecas en Universidades. Los investigadores obtienen financiamiento del gobierno y usan el dinero para hacer experimentos. Escriben sus resultados en manuscritos destinados a convertirse en artículos publicados. Los manuscritos se envían a revistas, donde son canalizados a otros investigadores que actúan como editores voluntarios, sin paga. Ellos coordinan el proceso de revisión por pares, el cual es llevado a cabo por otros investigadores, también sin paga. Todos estos papeles –autor, editor, revisor– se consideran responsabilidades habituales de los investigadores,  auspiciados por financiamiento gubernamental.

Hasta este punto, los investigadores han trabajado juntos para producir un manuscrito revisado por pares y listo para su publicación. Pero en vez de colocarlo en la Web, donde puede contribuir al conocimiento mundial, sentar las bases para trabajos futuros y ganar prestigio para el autor, el manuscrito final es donado literalmente a un editor: El autor cede la propiedad intelectual. Los editores dan formato al manuscrito y el resultado final es accesible sólo mediante un pago. El editor vende las suscripciones a las Universidades donde el trabajo se originó. Las Universidades acaudaladas tienen cierto acceso a los artículos (aunque incluso a ellas se les niegan derechos importantes, como la minería de texto o text-mining). Las Universidades menos acaudaladas tienen acceso a sólo una fracción de las revistas académicas, y a menudo, esa selección no incluye a aquellas que los investigadores necesitan. ¿Y los contribuyentes fiscales que financiaron todo esto? Ellos no reciben absolutamente nada. Ningún tipo de acceso al artículo.

Es una atrocidad.

Dado que los investigadores financiados por organismos gubernamentales proveen la escritura del artículo, la edición, la revisión e incluso la mayor parte del formato final del artículo, podría pensarse que los editores que se benefician de todo esto fueran capaces de hacer su parte a un precio muy bajo, y que las cuotas de suscripción a las revistas fueran bajas y descendieran en picada. Nada más alejado de la realidad: En una época en la que el presupuesto de las bibliotecas es reducido constantemente, Elsevier –la más grande de las editoriales académicas– reportó una ganancia neta de £768 000 000 a partir de un ingreso de 2 058 millones de libras, un margen de ingresos de 37.3% comparado, por ejemplo, con el 24% registrado por Apple en 2011. Esto hace del 2011 el quinto año consecutivo en el cual las ganancias de Elsevier se han incrementado. Los editores están desangrando a las bibliotecas: no hay duda de por qué se cancelan suscripciones a diestra y siniestra.

Dado que esos editores son en efecto contratistas del gobierno, uno podría pensar que están sujetos a las regulaciones gubernamentales. Pero no. Incluso la política de acceso público del Instituto Nacional de Salud (National Institute of Health, NIH) –que establece que a los autores tienen derecho a colocar copias del manuscrito de sus investigaciones, sin formato, 12 meses después de que sean publicadas en su versión con formato– fue recientemente atacada por los editores a través  de la Research Works Act, una legislación obscena que hubiera hecho que la política del NIH se convirtiera en ilegal. Aunque la Research Works Act fue echada abajo por el repudio de los investigadores, no se puede confiar en que no regresará bajo otro nombre.

En vista del ridículo status quo, no hay duda de que los investigadores están empezando la transición hacia las publicaciones de Acceso Abierto (Open Acces). Bajo este modelo, los autores pagan un costo por publicar y el editor hace que el artículo resultante esté disponible para todos. Los contribuyentes que financian la investigación tienen completo acceso y cualquiera puede hacer lo que guste con los artículos publicados, incluyendo la minería de texto. Los beneficios para la investigación, comercio y sociedad son invaluables.

Dado que las revistas de acceso abierto son un modelo claramente superior, esperaríamos que se hubiese convertido en un modelo ubicuo. Sin embargo, dependiendo de nuestra definición de acceso abierto, parece que sólo entre el 5 y el 8% de los artículos académicos se publican bajo este modelo. ¿A qué se debe esto?

Ciertamente no se debe al costo. Publicar en la prestigiosa revista de acceso abierto PLoS ONE implica una cuota de publicación de 1350 dólares. El costo promedio de publicar en otras revistas es sólo un poco menor, alrededor de 906 USD. Publicar en una revista de Elsevier, por otro lado, parece costar 10,500 USD: En 2011, el 78% de los ingresos totales de Elsevier (o £1,605 000 000) se originó a partir de suscripciones. En el mismo año, Elsevier publicó 240 000 artículos, haciendo que el costo promedio del artículo fuera de £6,689, ó 10,500 USD. De esta manera, publicar en revistas que requieren suscripción, como Elsevier –y que hacen tu trabajo accesible sólo a algunos investigadores y no al público en general– cuesta casi 8 veces más comparado con publicar en PLoS. Aparentemente, para los investigadores no es rentable publicar con los editores académicos tradicionales.

Y entonces, la pregunta de los $10,500: ¿Por qué seguimos publicando en revistas que requieren suscripciones? Hay tres razones:

Primero, la publicación académica no es un mercado eficiente debido al efecto monopolio de algunas revistas. Si trabajas en el área de la biología celular necesitas tener acceso a la revista Cell. No hay otras revistas que puedas comprar en su lugar, simplemente, porque los artículos específicos que se publican en Cell no se pueden encontrar en ningún otro lugar.

La segunda razón: Los académicos tienden a ser conservadores. Así, cuando los editores dicen que el sistema actual funciona y no hay necesidad de cambiarlo, los académicos están, sorprendentemente, muy dispuestos a aceptar esa aseveración. Los investigadores consolidados pueden estar muy cómodos como para arriesgarse, mientras los investigadores nuevos pueden sentirse muy inseguros para hacerlo.

La tercera y más importante de las razones es que mientras la publicación en revistas de acceso abierto cuesta apenas un poco de dinero, esa inversión no se rembolsa a los investigadores. Con las revistas de acceso abierto, el investigador debe pagar los costos de publicación a partir de su propio dinero o con los fondos de su departamento, mientras que los costos de suscripción son absorbidos por las bibliotecas universitarias, las cuales tienen presupuestos completamente independientes de los investigadores. De esta manera, a pesar de que por cada mil dólares gastados bajo un esquema de publicación en revistas de acceso abierto, la biblioteca ahorraría casi 8 veces esa cantidad, la división de presupuestos dentro de las Universidades (y el hecho de que hasta que todas las publicaciones se hagan bajo el esquema de acceso abierto las bibliotecas deberán seguir comprando suscripciones) inhibe esta transición.

Así, las revistas basadas en suscripciones continuarán creciendo, estableciendo ingresos y ganancias récord año tras año debido a que en este momento, el estatus quo aún representa un máximo local. Podemos ver que hay un pico mucho más alto cruzando el camino, pero tememos el viaje debido a que nos llevará a través de un acantilado. Afortunadamente, dos cosas están sucediendo que cambiarán eso; una es que el terreno que rodea a nuestro pico está creciendo inexorablemente: las revistas de acceso abierto están siendo cada vez más comunes y atractivas. Al mismo tiempo, nuestro pico local está disminuyendo: con los costos de suscripción cada vez más altos, el esquema actual se hace cada vez menos encantador.  Nos dirigimos a un momento en el que todos los caminos apuntarán cuesta arriba, hacia un paradigma más atractivo. Paradójicamente, el factor que podría llevarnos más rápidamente hacia este cambio es que los editores continúen subiendo los precios de las suscripciones. A largo plazo incluso podría resultar que mientras más abusivos sean los precios de suscripción, mejor será para la comunidad científica.


Michael P. Taylor es investigador asociado en el Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Bristol. Puede ser contactado en dino@miketaylor.org.uk

Copyright Disclaimer: La presente nota fue publicada originalmente en The Scientist, esta es una traducción libre, sin fines de lucro y realizada bajo permiso del autor.

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Acerca de RodAG_

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